Los talentos no sólo representan cosas materiales, dinero. Los talentos son también las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno: inteligencia, prudencia, voluntad, amor, etc.
Vamos a pensar en las dos enseñanzas del evangelio de hoy. La primera señala al que recibió cinco monedas y a su compañero, que negoció con dos. Cada uno debe producir al máximo según lo que ha recibido de su señor. Por eso, en la parábola se felicita al que ha ganado dos talentos, porque ha obtenido unos frutos en proporción a lo que tenía. Su señor no le pide igual que al primero, ya que esperaba de él una ganancia mayor.
Igualmente se hace a nosotros, según las posibilidades de cada persona. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de personas enfermas, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad en la sociedad...Pero puede darse el caso del tercer siervo del evangelio: no produjo nada con su talento. A Cristo le duele enormemente esa forma de obrar. Se encuentra con una persona llamada a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y resulta que no ha hecho nada. Eso es un pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una manifestación de pereza, dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha regalado el talento.
Analiza tu jornada. ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué cualidades han dado su fruto? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías? El que ama de verdad no pierde ninguna ocasión para aprovechar los dones recibidos del señor y hacerlos producir en bien de los demás.
Vamos a pensar en las dos enseñanzas del evangelio de hoy. La primera señala al que recibió cinco monedas y a su compañero, que negoció con dos. Cada uno debe producir al máximo según lo que ha recibido de su señor. Por eso, en la parábola se felicita al que ha ganado dos talentos, porque ha obtenido unos frutos en proporción a lo que tenía. Su señor no le pide igual que al primero, ya que esperaba de él una ganancia mayor.
Igualmente se hace a nosotros, según las posibilidades de cada persona. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de personas enfermas, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad en la sociedad...Pero puede darse el caso del tercer siervo del evangelio: no produjo nada con su talento. A Cristo le duele enormemente esa forma de obrar. Se encuentra con una persona llamada a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y resulta que no ha hecho nada. Eso es un pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una manifestación de pereza, dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha regalado el talento.
Analiza tu jornada. ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué cualidades han dado su fruto? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías? El que ama de verdad no pierde ninguna ocasión para aprovechar los dones recibidos del señor y hacerlos producir en bien de los demás.