Jesucristo, Rey del Universo


El Reino de Dios es ante todo espiritual. Su realización final está en la unión de todos los bienaventurados disfrutando de Dios en el Cielo.
Se ingresa en este Reino aceptando el mensaje del Evangelio por fe y recibiendo el Bautismo. Jesús dijo a los Apóstoles: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará"(Mc 16,15-16).
Viene a ser hijo de Dios por la verdadera participación de la vida divina. "A todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos de Dios" (Jn 1,12). El Reino de Cristo no es de dominar la tierra. El mismo dijo a Pilato: "Mi reinado no es de este mundo" (Jn, 18,36).
Se designa el Reino de Dios con el nombre de Iglesia. Es a la vez divino y humano, terreno y celestial. Pequeño al principio como el grano de mostaza, estaba llamado a ser católico, universal, o sea, a extenderse por todo el mundo. La idea de la Iglesia como Reino universal de Dios demuestra claramente que no puede haber más que un solo Reino de Dios.
La Iglesia es Jesucristo, que vive y actúa en el mundo por sus ministros, debidamente autorizados, hasta el fin de los tiempos. Él dio a su Iglesia una forma, una organización que pudiera realizar su misión en el mundo: enseñar, dirigir y santificar las almas.
Pertenecer al Reino de Dios es lo más precioso que puede desear una persona. Debemos considerarlo como una perla que no tiene precio y, en agradecimiento, sacrificarnos por este don.
Jesucristo es nuestro Rey. Es el primogénito de toda la creación. Él es antes que todas las cosas, pues todo fue creado en Él, por Él y para Él. Es el más importante entre todas las criaturas a la vez que su Creador, perfecta imagen de Dios, el primogénito de la creación.
Es de fe que Jesucristo en cuanto Hombre tiene pleno poder espiritual para guiar por el camino de la salvación, establecer la Iglesia y los Sacramentos y conceder todas las gracias de orden sobrenatural. Cada uno de nosotros debemos esforzarnos personalmente por ser súbditos de Cristo Rey con la mayor perfección posible de mente, voluntad y corazón, porque fuimos comprados al precio de su preciosísima Sangre. Cristo es Rey del hogar y de la sociedad. Jesús nos pide creer en Él, poner en Él nuestra esperanza y amarle de todo corazón. Él nos ha dicho " El Padre ama al Hijo y pone todas las cosas en sus manos. El cree al Hijo vive de la vida eterna" (Jn 3, 35-36).