EL MATRIMONIO


AMIGO, PASE Y PREGUNTE.


D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.


Paco: D, José, buenos días. Tengo un gran problema con mi hija segunda y quiero que me ayude.


D. José: Buenos días, amigo Paco. Está visto que tú tienes más problemas que un libro de matemáticas; pero vamos a ver qué pasa ahora.


Paco: Pues que mi hija segunda, la que canta en el coro de la iglesia, quiere juntarse con el novio sin pasar por la Iglesia ni por el Juzgado, y yo por ahí no paso.


D. José: Me sorprende mucho, Paco, porque yo siempre la vi como una joven buena, cristiana y practicante.


Paco: Mire, Sr. Cura, eso de ser practicante era antes, en los tiempos de mi madre; pero ahora, ¡un relajo, una vergüenza! Besándose, haciendo el amor en cualquier sitio. La tele basura nos ha estropeado a la juventud.


D, José: ¿Por qué no quiere casarse por la Iglesia? Ella es creyente, estoy seguro, pues la conozco desde que nació y yo la bauticé, pero el novio es de la capital y sólo lo conozco de verlo.


Paco: Ahí está el problema, Sr. Cura. El dice que si las costumbres han cambiado, que si sale muy cara la boda de la Iglesia por los vestidos y el banquete, que si sus amigos viven juntos sin casarse…y Vd. dirá.


D. José: Vamos por partes. Una persona creyente que obra en conciencia tiene que hacerlo de acuerdo con su fe. ¿Él es creyente sí o no? Después, eso de las costumbres…hay que decirlo claro, de las malas costumbres actuales. Una persona con personalidad vive de ser y no de aparentar. Yo obro de acuerdo con mi conciencia y mis ideas, sin preocuparme de lo que digan o hagan mis amigos y los demás. Y por último, para no cansarte y que te hagas un lío, el vestido de novia y el banquete sobran; y lo de pagar a la Iglesia es sólo ayudar según puede cada uno, y si no puede pagar, yo los caso gratis.


Paco: Pero D. José, ¿se va a casar mi hija con la ropa de todos los días? ¿Vamos a ir al bar a tomar una caña cada uno y ya está?


D. José: ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo eso? ¿Cuándo tú te casaste ibas de frac?, ¿Tu mujer llevaba cola de cincuenta metros?, ¿fueron a comer en el hotel Palace? Mira, Paco, el año en que estuve en el Perú celebré la boda de una pareja muy pobre, los dos con la ropa de trabajo de todos los días; no tenían otra, y el banquete fue un helado que nos pagó la madrina a las ocho personas que estábamos en la iglesia, y quedaron casados ante Dios, felices y bien casados.


Paco: No compare, hombre, ¡eran los tiempos después de la guerra y comíamos todos los días sopa de ajos, y llevábamos remiendos en los pantalones! Los tiempos han cambiado, D. José.


D. José: De acuerdo en lo de los tiempos, pero la fe ¡no ha cambiado! Es la misma que no transmitieron los apóstoles en los Evangelios y la Iglesia proclama en el Credo.


Paco: Entonces, ¿en qué quedamos?


D. José: Eso es cosa vuestra. Ellos son mayores de edad y libres; pero, si se juntan sin casarse, en eso no obran de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y ¡no podrán participar en los Sacramentos!


Paco: Sr. Cura, ¡Vd. la toma por la tremenda! Nos pone entre la espada y la pared.


D. José: No, yo no, amigo Paco. Yo te explico y te recuerdo cual es la fe de la Iglesia a la que pertenecemos por nuestro bautismo, y después harán lo que les parezca mejor.

Lo que no se puede es encender una vela a Dios y otra al diablo, jugar con dos barajas,

porque Jesús nos dijo: “El que no está conmigo está contra mí”.


El sacristán.