Testimoniar a Cristo. El misterioso camino de fe y de amor, que condujo a Pedro y a Pablo de su tierra natal a Jerusalén, luego a otras partes del mundo, y por último a Roma, es un modelo del recorrido que todo cristiano está llamado a realizar para testimoniar a Cristo en el mundo. Él cristiano también es llamado, como Pedro y Pablo, para dar testimonio de Cristo por medio de su vida, de su palabra, de sus obras. Ser cristiano es, por esencia, ser testigo de la resurrección de Cristo, testimoniar que en Cristo el Padre nos ha reconciliado consigo y nos espera en la vida eterna del cielo.
"Yo consulté al Señor, y me respondió, me liberó de todas mis angustias" (Sal 33, 5). ¿Cómo no ver en la experiencia de ambos santos, que hoy celebramos su fiesta, la realización de estas palabras del salmista? La Iglesia es puesta a prueba continuamente. El mensaje que le llega siempre de los apóstoles san Pedro y san Pablo es claro: por la gracia de Dios, en toda circunstancia, el hombre puede convertirse en signo del poder victorioso de Dios. Por eso no debe temer. Quien confía en Dios, libre de todo miedo, experimenta la presencia consoladora del Espíritu también, y especialmente, en los momentos de la prueba y del dolor (Juan Pablo II, 20 de junio de 2002)
Advertimos que en el mundo siguen creciendo el número de cristianos; sin embargo, son todavía millones los que no conocen o aman a Jesucristo. Esta realidad debe ser un desafío para todo cristiano. Cada uno debe ser un evangelizador allí donde Dios lo ha colocado: en su familia, en su trabajo, en la escuela, en la vida pública. Instaurare todo en Cristo.
En nuestro mundo seguimos teniendo grandes testigos de la fe. Personas heroicas que llevan una vida normal. Pienso en estos momentos en la madre del Card. Dionigi Tettamanzi, recientemente nombrado Arzobispo de la diócesis más grande del mundo, Milán. Esta mujer sencilla, pero de una fe poderosa, comentaba: “Cuando mi hijo me vino a ver, después de la elección, le dije: Tú no has buscado nada de esto, pero si tú has sido elegido, debes decir sí”. Ella mostraba a su hijo el sentido de responsabilidad ante un Dios que llama.
"Yo consulté al Señor, y me respondió, me liberó de todas mis angustias" (Sal 33, 5). ¿Cómo no ver en la experiencia de ambos santos, que hoy celebramos su fiesta, la realización de estas palabras del salmista? La Iglesia es puesta a prueba continuamente. El mensaje que le llega siempre de los apóstoles san Pedro y san Pablo es claro: por la gracia de Dios, en toda circunstancia, el hombre puede convertirse en signo del poder victorioso de Dios. Por eso no debe temer. Quien confía en Dios, libre de todo miedo, experimenta la presencia consoladora del Espíritu también, y especialmente, en los momentos de la prueba y del dolor (Juan Pablo II, 20 de junio de 2002)
Advertimos que en el mundo siguen creciendo el número de cristianos; sin embargo, son todavía millones los que no conocen o aman a Jesucristo. Esta realidad debe ser un desafío para todo cristiano. Cada uno debe ser un evangelizador allí donde Dios lo ha colocado: en su familia, en su trabajo, en la escuela, en la vida pública. Instaurare todo en Cristo.
En nuestro mundo seguimos teniendo grandes testigos de la fe. Personas heroicas que llevan una vida normal. Pienso en estos momentos en la madre del Card. Dionigi Tettamanzi, recientemente nombrado Arzobispo de la diócesis más grande del mundo, Milán. Esta mujer sencilla, pero de una fe poderosa, comentaba: “Cuando mi hijo me vino a ver, después de la elección, le dije: Tú no has buscado nada de esto, pero si tú has sido elegido, debes decir sí”. Ella mostraba a su hijo el sentido de responsabilidad ante un Dios que llama.