Las pruebas de la fe


Jesús quiere producir en esas personas ciegas una unión total, porque eran hombres iluminados por la fe. Para los ciegos, recuperar la vista física será causa de esa otra visión, más necesaria y profunda: su fe. El verdadero milagro no se ve y está en el interior de cada persona que cree.

La fe que estos hombres tenían en sus corazones no les evitó ningún esfuerzo, ninguna dificultad a la hora de encontrarse con Jesús. Es verdad que gracias a la fe nuestra vida espiritual crece y se “ilumina”, sin embargo, en la zona espiritual de la persona tener fe no asegura automáticamente poseer un conocimiento cierto, o una seguridad completa. Porque la fe sólo es verdadera cuando se consigue paso a paso, entre caídas y temblores, entre oscuridades y gritos de auxilio. Le fe es una lucha, al estilo de san Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe” (2Tim 4, 7-8).

No dudemos, y sobre todo no temamos a las oscuridades y a las dudas de la vida. Cuando todo esto nos ocurra en el camino, por más difíciles que se presenten, debemos alegrarnos de que así sea. Las pruebas de la fe son garantía de que nuestra fe es verdadera. Entonces nuestro caminar será parecido a aquel que un día recorrieron con esfuerzo los pobres ciegos iluminados por la luz de su fe y siguiendo al Señor.