EL SEÑOR VENDRÁ A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

El Credo Poco a Poco


Leyendo algunas cartas de los apóstoles y de San Pablo vemos que nos hablan de la segunda venida de Nuestro Señor.

Nadie sabe el día ni la hora de su venida. Nuestro Señor sólo había dicho que se predicaría su Evangelio por todo el mundo; pero el mundo conocido en tiempos de los Apóstoles era mucho más pequeño que el mundo actual, porque entonces, entre otros países, no se sabía que existía América y Australia.

Ahora, cuando hablamos de la venida del Señor, queremos decir que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. Debemos creer en esa doctrina, que era muy conocida y creída por los primeros cristianos que formaban la Iglesia, y que fue enseñada tan claramente por Nuestro Señor Jesucristo.

Nosotros, cuando rezamos el Padrenuestro, decimos: “Venga a nosotros tu Reino”. Debemos tener Fe total y vivir la Esperanza en la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, en su poder y gloria, que será cuando su Reinado se extenderá totalmente. La Iglesia no sabe explicarnos cuándo, dónde y cómo será la segunda venida de Jesucristo, pero nos aconseja que vivamos vigilantes, esperando al Señor que, verdaderamente, ha de venir y quiere que aceptemos vivir totalmente con Él y para Él.

Todas esas cosas que se anuncian para después de la segunda venida del Señor Jesús no son difíciles de creer, si nos apoyamos en la Fe que viene de Dios; pero si son imposibles de comprender, pues superan nuestros lenguajes y conocimientos. Si creemos y aceptamos que nos encontraremos ante Jesucristo resucitado, y que Él hará “separaciones”, “como el pastor separa las ovejas de las cabras.” Los que seamos premiados por nuestras obras buenas, nos revestiremos de cuerpos gloriosos, celestiales, como nos dice San Pablo y gozaremos eternamente de la felicidad junto a Dios

El Juicio Final será el momento en que nuestras almas se reencuentren, pero como dice san Pablo, los cuerpos serán celestiales, gloriosos, cosa imposible de saber cómo son.

Es de Fe la existencia del Cielo, el Infierno y el Purgatorio. Dios ya sabe, conoce, cómo ha vivido cada uno su Fe y la correspondencia al Amor. Entonces el Hijo, al que le corresponde esta misión, enviará a cada uno al lugar que se ha ganado con su vida, con aquellas palabras del Evangelio: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer”; y estos irán a la felicidad del Cielo. A otros: “Apartaos de mí, porque tuve hambre, frío, enfermo y no me ayudaste.” Serán los condenados al Infierno, porque no aprovecharon el tiempo de la Misericordia para arrepentirse; y los que todavía tienen necesidad de purificación, para presentarse ante Dios, serán enviados al Purgatorio.