DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS

El Credo Poco a Poco



Credo poco a poco. Fue al infierno por pastoraldelsordo

El Credo de la Apóstoles dice que Jesucristo “descendió a los infiernos”, y muchas personas piensan, con cierta sorpresa, que el Señor bajó al infierno donde están los condenados para siempre, porque no se arrepintieron de sus pecados o rechazaron a Dios, o el mensaje de salvación que trajo Jesús. No quisieron acogerse al tiempo de la Misericordia divina, y ahora se encuentran en el tiempo de la Justicia. No tendría sentido ir a predicar a unas almas que son incapaces de arrepentirse, y por lo tanto, por mucho que les predicara nunca podrían salir. Esos condenados ya no tienen salvación.

Que el Señor descendió a los infiernos quiere decir que el alma del Señor, ya separada del cuerpo por la muerte, fue a un lugar que en el idioma hebreo, también se llama “sheol” o “hades”, lugar donde esperaban la almas de las personas justas, buenas, que vivieron antes de que Jesús, el Hijo de Dios, se hiciese hombre.

Todos ellos fueron escogidos para el Cielo, porque habían deseado, por la Fe, la venida de Jesucristo y en esa Fe habían tenido vidas santas y adoraban siempre al Dios verdadero. Cualquier pecado que hubieran podido cometer, ya lo habían expiado, de alguna forma. Estaban preparados para el Cielo. Pero no podían ir al Cielo hasta que Jesucristo muriese por nuestros pecados.

Entre la multitud de personas justas que estaban allí, esperando la salvación, estaba San José, los patriarcas y los profetas, como todas las personas que murieron en paz con Dios. Todos ellos necesitaban y esperaban la salvación que consiguió Jesucristo con su sacrificio, para poder ir al cielo, igual que nosotros. Son estas almas santas, que esperaban a su Libertador, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos, lugar también llamado “hades” o “sheol.”

Santo Tomás de Aquino enseña que la intención de Jesucristo en bajar a los infiernos fue liberar a los justos aplicándoles los frutos de la Redención conseguida por Él con su sacrifico y muerte, y descendió como Salvador, anunciando la buena nueva a los espíritus que estaban allí privados de la visión de Dios.

La Iglesia celebra el descenso de Jesucristo a los infiernos el Sábado Santo. En ese día los cristianos meditan el gran descanso del Señor, y permanecen junto al sepulcro de Jesús hasta que, en la Noche Santa, después de la Vigilia Pascual, se inaugura la alegría de Pascua de Resurrección, que se prolonga durante cincuenta días.