CONCEBIDO POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO, NACIDO DE LA VIRGEN MARÍA

El Credo poco a poco


Dios, por su amor a todos nosotros, envío a su único Hijo, que, generosamente, por Gracia, gratis, y por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el vientre de una joven virgen de Israel, y se hizo hombre igual que nosotros, pero sin pecado.

Ese niño, nacido de una joven virgen, continuaba siendo Dios, el Hijo del Padre, segunda persona de la Santísima Trinidad, una persona divina y humana, Dios y hombre verdadero.

El Hijo se hizo hombre para que nosotros conociéramos así el amor de Dios. “Así se manifestó como nos ama Dios, que envió a su Hijo único para que toda persona que crea en Él tenga la vida eterna del cielo.”

Cuando la Virgen María escuchó el anuncio del Ángel Gabriel, respondió. “¿cómo puede ser eso que me dices, porque yo no tengo relación con hombre?” El Ángel le dijo: “El Espíritu Santo vendrá y obrará en ti, por eso el Niño que nacerá de ti se llamara Hijo de Dios.”

Ese Niño que se llamaría Jesús, como dijo el Ángel Gabriel a la Virgen María, porque sería el Salvador de su pueblo, nació de una mujer joven virgen, sin relación con ningún hombre, y después de nacer su Hijo continuó siendo siempre virgen.

Nuestro Señor Jesucristo nació verdaderamente de su Madre y el Cuerpo de Jesús fue formado del cuerpo de la Virgen María, y era un Niño de carne y hueso, y que no dejó de ser Dios. Ese hecho sobrenatural y misterioso es imposible de comprender por la razón, pero nosotros, los creyentes católicos, lo aceptamos totalmente por la fe.

La Virgen María, Madre de Jesús, era novia de José, y antes de casarse y vivir juntos, el Espíritu Santo obró en ella y quedó madre, por obra del Espíritu Santo.

Estas cosas se realizaron para que se cumpliera lo que Dios dijo por boca del profeta Isaías: Una mujer virgen tendrá un hijo, y le pondrá el nombre de Enmanuel, que significa “Dios con nosotros.”

Pruebas de la unidad de Jesús y el Padre son las propias palabras que Jesús repitió varias veces:

“Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.”

“El que me ve a mí ve al Padre.” (Jn 10,38)

“Yo y el Padre somos uno.” (Jn. 10,30)

“Padre, que todos sean uno como tú y yo somos uno.” ( Jn. 17, 21)

La encarnación del Hijo de Dios es un gran misterio, fruto del amor y el poder de Dios.

Es el mayor regalo para todos, especialmente para nosotros los creyentes, pues el Hijo de Dios se hizo hermano nuestro, y gracias a su sacrificio nos ha conseguido el perdón y ser adoptados como hijos de Dios.