Alégrate María


Hermanos: este es el Mensaje de la Virgen, tan silenciosa y tan elocuente.  Como Ella  estamos llamados a ser mensajeros de paz cuando la violencia y la marginación duelen en el corazón y empequeñecen la convivencia entre las personas. Mensajeros de paz cuando  se siente que se prepara cualquier forma de lucha, cuando la desconfianza va destruyendo la esperanza y se ofrecen panoramas tristes, cuando parece que ya nadie es bueno porque todo está corrompido. 

En estas situaciones  necesitamos, como María, elevar nuestra oración al Cielo. Con Ella y por Ella, para ser mensajeros de paz, de comunión.  Esta paz y comunión requiere que las busquemos donde Jesús está. Jesús no está en el poderoso ni en el triunfador sino en el hermano que sufre, en el pobre que le faltan cosas: el pan, el trabajo, el vestido, la casa, la educación, el cariño, la familia En el hermano al que le han quitado las cosas, hasta la fama y la reputación.  Allí esta Jesús. 

Ser  mensajeros de paz con Jesús es dar al hermano lo que necesita: junto con el pan, el vestido y el servicio afectuoso, necesita la verdad, que es pan para el espíritu. Es la verdad que se hace comida y se convierte en solidaridad. El hermano junto a mí necesita el respeto cuidadoso de su fama, de su reputación de su condición social. 

 Jesús está en los que son indefensos frente a los poderosos que muchas veces los convierten en víctimas de una explotación feroz. 


 
Mensajeros paz para amar, como decía Jesús, a los que te hacen el mal, pidiendo que todos aquellos que se sienten  seguros e intocables por el poder que tienen sientan, en su corazón,  la necesidad de la Misericordia, de la solidaridad, de la Verdad. 

Mensajeros de paz significa pedirle al Señor que toda comunicación nuestra, en casa, con los demás, en el lenguaje, sea un camino de unión: que toda comunicación sea comunión. 

Así vivió la Virgen María.