ORAR SIEMPRE


AMIGO, PASE Y PREGUNTE


D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO


Paco: Buenos días, D. José: ¿Cómo está Vd.?


D. José: Hola, Paco. ¡Buenos días nos dé Dios!


Paco: Eso hace falta, porque a veces, parece que Dios se esconde.


D. José: No hombre, no. Dios siempre está presente en nuestras vidas y se manifiesta en el momento necesario.


Paco: Ya quisiera saber yo cuándo Dios está disponible, porque hay días que parece que uno se ahoga, con tantos problemas.


D. José: Si tú lo llamas, seguro que viene en tu ayuda. ¿Tú no lo has leído en el Evangelio?


Paco: Qué preguntas hace, Sr. cura. ¿Vd. cree que a un pobre herrero como yo me sobran horas para ponerme a leer?


D. José: Diez o quince minutos cada día siempre los encontramos para tomar contacto con Dios en el Evangelio, que es la Palabra de Dios.


Paco: Y ¿se puede saber a qué viene ahora el Evangelio?


D. José: Porque en el Evangelio vemos que Dios siempre acude en ayuda de los que ama. El apóstol Pedro se hundía en el mar y gritó: “Señor, ayúdame, que me hundo”, y Jesús lo cogió de la mano y lo salvó.


Paco: Eso sería cuando Jesús iba por los pueblos haciendo el bien y curando a los enfermos; pero ahora, ¿quién lo hace? ¡A lo mejor algún Cura!


D. José: Mucha gente buena, amigo Paco, mucha gente.


Paco: ¿Sí? ¡Cómo se nota que Vd. no mira la televisión! Enciéndala cuando dan las noticias y verá como se matan en todas partes, ¡hasta en el fútbol!


D. José: Por eso necesitamos rezar, hacer oración con frecuencia, como nos dijo Jesús.


Paco: Eso está bien para los Curas y las beatas; pero yo, ¿voy a dejar el trabajo para rezar el rosario con mi mujer y las vecinas? No hay tiempo, Sr. Cura, no hay tiempo.


D. José: Pues reza al mismo tiempo que trabajas.


Paco: ¿Las dos cosas al mismo tiempo? Seguro que alguna saldría mal. ¡La herrería no es una iglesia! No comprendo como Vd., un hombre de estudios, se le ocurre eso.


D. José: No tienes tiempo y no puedes rezar mientras trabajas; pero para decir tacos, maldecir y blasfemar, que se te oye desde la plaza, y muchas personas se avergüenzan de oírte, ¿si puedes tener tiempo?


Paco: No mezcle las cosas, D. José; eso son desahogos necesarios, porque si no lo hago, reviento.


D. José: Pues desahógate con oraciones y exclamaciones breves en vez de decir tacos y blasfemias. Hay jaculatorias muy bellas, que son oraciones cortas.


Paco: Bueno estoy yo para eso. ¡Si apenas me acuerdo del Padrenuestro que me enseñó mi madre!


D. José: Es muy fácil, puedes decir como el apóstol Pedro: “Señor, ayúdame”. O como el apóstol Tomás: “Dios mío y Señor mío” O Alabado sea Dios, Ven Señor Jesús. Y te aseguro que tu corazón se llenará de paz, que es el mejor don de Dios.


El sacristán