LA GRACIA DE DIOS


AMIGO, PASE Y PREGUNTE



D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.


Paco: D. José, buenos días le dé Dios. Aquí vengo con un embrollo que espero me lo resuelva y deje clara mi cabeza.


D. José: Vamos a ver qué le pasa hoy al amigo Paco en su gran cabeza, siempre llena.


Paco: Mire, cuando yo iba a Misa con mi madre, el Cura hablaba mucho del infierno, del fuego, de los Mandamientos de la Ley de Dios, y todos quedábamos con miedo. Vino ese Concilio del Papa Juan y le dieron la vuelta a la tortilla. Ahora todo es Amor y Gracia. ¿Dónde están los Mandamientos y el infierno? ¿Lo apagaron los Obispos?


D. José: No lo apagaron y sigue donde estaba, pero tenemos una visión más clara y perfecta de Dios, porque como dice san Juan en su Evangelio: “Dios es Amor.”


Paco: ¿Y eso de la Gracia como lo explican, pues no lo entiendo muy bien. ¿Qué es?


D. José: La Gracia es un don que Dios nos da sin merecerlo. Don gratuito, que debemos cuidar evitando todo pecado que nos aparte de Dios.


Paco: Y ¿para que sirve esa Gracia? Una cosa nueva para nosotros los mayores.


D. José: La Gracia ayuda a las personas a vivir de acuerdo con el Evangelio, como hijos de Dios y herederos de su Reino del cielo.


Paco: ¿Y eso de la Gracia lo inventaron en el Concilio del Papa Juan XXIII?


D. José: Mira Paco, Dios entregó al pueblo judío las Tablas de la Ley, los diez Mandamientos, por medio de Moisés. La Gracia y la verdad vinieron por medio de Nuestro Señor Jesucristo.


Paco: Si para el pueblo judío la Ley era la expresión escrita de la voluntad de Dios, no comprendo para qué Jesús vino a destruirla.


D. José: Jesús no vino a destruir la Ley, vio a cumplirla y perfeccionarla. La Ley nos da el conocimiento del pecado, pero no nos da la fuerza para cumplirla. Para cumplir la Ley de Dios se necesita la Gracia de Cristo.


Paco: Y si era una Ley que hizo Dios y entregó a Moisés, ¿cómo no estaba perfecta?


D. José: Jesús explica y perfecciona la Ley. Así sucede cuando proclama la superioridad del hombre sobre el sábado, o la obligación de amar al enemigo.


Paco: ¿Antiguamente no era así? Por eso había tanta gente que iba a Misa y pasaban los años y no se perdonaban con el vecino. Esas personas no eran cristianos de verdad.


D. José: Antiguamente se decía: “Amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo” Jesús dijo: “Amarse unos a otros como yo os he amado”. Un amor supremo, amor de Dios.


Paco: Pues lo ha pintado todavía más difícil, Entonces, ¿quiénes tienen la Gracia? En el bar se decía que es cosa de los Obispos y los Curas; pero Pepón, el dueño del bar, dijo: “No sé, porque aquí venía D. Timoteo, un cura viejo, a tomarse un vinito, y le gustaba contar chistes, pero nadie se reía, porque ¡No tenía ninguna gracia!


D. José: Por favor, ¡no digan disparates! ¿Qué tiene que ver el carácter gracioso o soso de una persona con la Gracia de Dios, que es necesaria para la salvación?


Paco: ¡Claro, claro! Vd. perdone, pero se ve que somos burros e ignorantes.


D. José: Con Jesús empezó el tiempo nuevo de la Gracia. El Evangelio es anunciado gratuitamente y es salvación para los que creen, y eso es un don gratuito de Dios. Con la ayuda de la Gracia podemos y debemos cumplir los Mandamientos. Uno que ama al prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la Ley entera. Y esos, sean Curas o seglares son los que poseen la Gracia de Dios, la santidad.


El sacristán