D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.
D. José: Mira, Paco, lo que necesitamos es más fe, una fe fuerte y formada.
Paco: Pero, Sr. Cura, ya me gustará a mí tener la fe que Vd. tiene, pero yo estudié en la escuela del pueblo, poca cosa, y un cura tiene muchos años de estudio y muchas letras.
D. José: No, no. Estás equivocado, Paco. La fe no se consigue con muchos estudios. La fe es un don, un regalo que Dios nos da, y lo aceptamos. Un descubrimiento de que Dios ha obrado en nuestra vida, un encuentro personal y amistoso con Jesús. Eso es la fe.
Paco: Eso son cosas muy profundas para un pobre herrero como yo, que sólo sabe sumar y algo más. Los pobres lo tenemos difícil ese asunto de la fe.
D. José: Pues, precisamente, son los pobres los más amados, los preferidos de Dios. Un pobre puede tener una fe igual o mayor que un cura. Otra cosa es tener los conocimientos de teología y de catequesis que tiene un cura. Los conocimientos son importantes para que nuestra fe sea formada, cultivada, pero los conocimientos no son la fe. Hay gente pobre, sin estudios que tienen mucha fe, y su vida es un testimonio de lo que creen. Eso es lo más importante: vivir de acuerdo con nuestra fe.
Paco: Vd. me perdone, Sr. Cura, pero se me hace un lío eso de la fe, no lo agarro bien.
D. José: Vamos a concretar más qué es la fe: La fe es responder a la llamada de Jesucristo.
Conocerle, aceptar su amistad, escuchar su Palabra.
Obedecer sus mandatos, imitar su vida, vivir con Él y para Él.
Alegrarse porque…¡Jesucristo murió por nosotros y ha resucitado!
La fe, en lo práctico es:
Ser amigo de la gente.
Intentar comprender a los demás.
Aceptar a las personas así como son.
Ayudar a los necesitados.
Convivir con la gente.
Trabajar por la paz.
Sacrificarse por ellos.
Dar alegría a las personas.
Anunciarles con nuestras palabras y nuestra vida que…
¡Jesucristo murió por nosotros y ha resucitado!
Cada persona, allí donde Dios le ha puesto, debe manifestar su fe, y tú, amigo Paco,
en tu familia, en tu herrería, y con tus amigos.
Todo eso es tener fe y vivirla, pero en principio, el primer paso siempre lo da Dios.
El sacristán