Los habitantes de Nazaret esperaban al Mesías, un Mesías a su medida. Y el Mesías se pasó más de treinta años entre ellos, inadvertido, compartiendo su vida. Sólo tras ese tiempo entre ellos como obrero se les presentó como Mesías. En Jesús se cumplen las esperanzas de los profetas y de los pobres de Israel. Lo que el Antiguo Testamento decía por escrito, se hace realidad en Jesús de Nazaret: Dios Padre habla y actúa por Él. Encontrarse con Jesús es encontrarse con el Dios de la vida. Por eso puede decir: « Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír ». Con Él, el tiempo de gracia ha llegado para pobres, cautivos, ciegos, oprimidos... Su gran regalo es la liberación integral, de la ceguera física y espiritual, de la miseria y de la esclavitud, del pecado...
Sus paisanos no le creyeron. ¿Cómo un compañero suyo, un trabajador como ellos, iba a tener una misión tan alta? Además, lo que planteaba era muy difícil de aceptar; ellos no eran ciegos, ni cautivos..., ¿qué les importaba aquel anuncio? Todos sabían que no era más que el hijo de José y María. Así pasa también entre nosotros. Si viene alguien importante de fuera a hablarnos, vamos a escucharlo. Pero si es un compañero el que quiere hablarnos, no le hacemos caso.
Lo característico del Reino de Dios es su constante actualidad. Cada hombre, debe encontrarse con el camino liberador del Señor. El hombre es el desterrado que espera el Hoy de su liberación,. En la situación actual, en esta fuerte crisis económica, la salvación de muchas personas y familias enteras vendrá de la solidaridad y fraternidad, patrimonio de los cristianos. Cáritas es uno de los muchos ejemplos. La Palabra de Dios nos pide hoy que sepamos descubrir su santa voluntad respecto a nuestro mundo. El Señor quiere que este sea un día de alegría y fiesta: el inicio de un compromiso firme y compartido por erradicar poco a poco todo lo que obstaculiza la llegada del Reinado de Dios.