LA PAZ DE CRISTO: La paz que Jesús vino a traer tiene ciertas cualidades


a) Excluye el miedo. Jesús dice: "No temáis". No excluye el "Temor de Dios" tan alabado en la Sagrada Escritura y que nos mantiene lejos de todo lo que pueda disgustar a nuestro Padre Celestial, pero si excluye los terrores, y miedos injustificados a las creaturas.

b) Exige una gran fraternidad. Los Hechos de los Apóstoles insisten en que los cristianos después de la resurrección de Jesús "pensaban y sentían todos lo mismo; nadie llamaba propio nada de lo que tenía y ninguno pasaba necesidades pues los que tenían bienes los vendían y se repartían entre los necesitados". Donde hay fraternidad, necesariamente habrá paz

c) Exige calma. Para tener paz con los demás hay que tener paz consigo mismo. Si no tenemos paz con nosotros mismos romperemos muy fácilmente la paz con los demás, que es demasiado frágil. Si internamente estamos intranquilizados por una pasión, por ejemplo: envidia, cólera, lujuria, ira, avaricia, etc., nos agriamos hacia los otros y chocamos con ellos, y la frágil paz queda hecha pedazos

Que hermoso que de nosotros se pudiera decir lo que los Hechos de los Apóstoles afirman de la primera comunidad cristiana: "Los creyentes vivían todos unidos"

Pidamos a Cristo que nos dijo "La paz sea con vosotros", Mi paz os dejo, mi paz os doy..." "Señor, la paz que nos dejaste se rompió en nuestras manos. Aquí te traemos los pedazos para que la reconstruyas". Y el Señor al ver nuestros esfuerzos por tener de nuevo la paz, nos regalará un verdadero amor fraterno y hará el milagro de la paz, una paz más hermosa que la de antes. Porque El, cuando hace favores los hace bien hechos

La paz hay que rehacerla cada día, dijo el Papa. Y si cada uno pone un granito de arena para reconstruirla en su familia con su bondad, en su barrio con su buen ejemplo y en el mundo entero con su oración, Dios la hará resucitar

En este día sí que debiéramos recitar con verdadera unción aquella fervorosa plegaria: "Cordero de Dios que quitas el pecado... Dános la paz, y responder con toda el alma en esa bella oración que trae la carta de San Pablo que el sacerdote nos dice al empezar la Santa Misa: "La gracia y la paz de Dios Nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, estén con todos vosotros" (1 Cor. 1).