La obras buenas


“Cuando, pues, tu des limosna a los pobres, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen las personas falsas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres”. Los escribas y fariseos falsos, a quienes Jesús condenó directamente en este sermón realizaban “todas sus obras para ser vistos por los hombres” (Mateo 23:5). Esta era la actitud de la cual Jesús avisó a sus discípulos. “No hagan obras de caridad para recibir alabanza de los hombres, sino háganlas (sea en privado o públicamente) para ser vistos por Dios.”
Jesús enseñó que debe haber una motivo bueno al hacer cada acción “buena”, para que esa acción sea agradable ante los ojos de Dios. Algunas acciones religiosas pueden ser hechas en secreto (por ejemplo, ayudar con dinero a una buena obra, orar por los enfermos, ayunar, etc.). Otras pueden (y deben) ser hechas a la vista de todos (ejemplo., predicar el Evangelio—cf. Hechos 2). Cualquiera que sea la acción en la cual nos comprometamos, para que esta sea agradable ante Dios, debe ser el resultado de un corazón sincero cuya motivación es traer gloria a Dios.