Juan Bautista, el precursor, su misión y nuestra misión


Juan Bautista aparece en el Evangelio como el hombre que viene antes de Jesús. Y la misión de Juan Bautista, es preparar la venida del Salvador, su misión es lo que Juan Bautista tiene que aceptar y vivir.
La vocación de Juan Bautista no es sólo por el que Dios llama a su vida; también porque Juan Bautista con su libertad acepta esta misión. Ya su padre Zacarías cuando llevaron al niño Juan a circuncidar había hablado de la misión de ese niño. Zacarías dice que ese niño “será llamado Profeta del Altísimo porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, para anunciar a su pueblo la salvación con el perdón de los pecados”.
Esta es la misión del precursor: ser el hombre que va delante del Señor, que prepara sus caminos y que anuncia el gran don que es el perdón de los pecados. Lo que hace grande a Juan es que la misión que Dios le propone, él la realiza. Y el hecho de que sea el precursor, se convierte para Juan Bautista no sólo en una causa de gloria para él, sino que también se convierte en la forma en que él llega a nuestras vidas.
También en cada uno de nosotros se realiza una misión parecida. Cada uno de nosotros somos un precursor, somos un hombre o una mujer que va delante en el camino de la Salvación. Todos estamos llamados, igual que Juan Bautista, a realizar nuestra misión de manifestar, dar a conocer a Jesús.
¿Nosotros comprendemos la misión que Dios nos ha dado? ¿Sabemos valorar la vocación que hemos recibido? Una misión que, como dijo Zacarías, es anunciar “al Sol que viene para iluminar a los que viven en oscuridad y en sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. Ese es el don que recibimos, el don que Cristo viene a traer.
Pero Jesucristo lo quiere manifestar con la colaboración de otras personas, con la ayuda de precursores. ¿Yo valoro doy importancia a la misión de llevar a Cristo a mis hermanos? ¿Me doy cuenta de la gran importancia que es para mi vida, pero también la gran felicidad que es para los demás encontrar a Jesús y su amistad?
El amor y la misericordia de Dios debe llegar a sus vidas. Pero ¿cómo va a llegar si no hay nadie que lo anuncie, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo la salvación? ¿Cuántos corazones no podrán encontrarse con Cristo en este nuevo año que empezamos?
En estos días en que nos hemos preparado para el Nacimiento y Epifanía de Jesús, tendríamos que preguntarnos: ¿cuántos corazones, por mi olvido, por mi falta de preocupación, de interés, quedarán sin encontrarse con Dios? ¿Cuántos corazones en las familias, en la sociedad no van a saber que Cristo nace para ellos y por ellos? ¿No va a haber nadie que se los enseñe, no va a haber nadie que les predique el camino de la Salvación?
¿Podremos ser tan egoístas como para cerrar el conocimiento de la salvación a los demás? Nuestro corazón no puede pensar sólo en sí mismo y olvidarse del don que tiene para dárselo a otro. Es una misión que tenemos que hacer; pero primero debemos valorar el don que tenemos, un don que tiene que vivirse, que tiene que manifestarse, de una manera muy especial, a través de nuestro testimonio de vida.


( Adaptado) P. Cipriano Sánchez