Reunirnos en Familia



Reunirnos en familia: La Misa es principalmente reunión de la familia de los hijos de Dios, para celebrar los misterios del Señor, y alimentarnos con el pan de su Palabra y de su Cuerpo.
Reunirnos para formar una comunidad que ora es difícil. Tengo que unir mi fe, mis intenciones, mis gustos, mis palabras y mis silencios, mi sentarme y levantarme unido espiritualmente con toda la comunidad, así podemos orar en familia, en asamblea, en comunidad diciendo: “te alabamos...,te bendecimos...,te adoramos...,te damos gracias Señor, Dios del universo”. Sólo así podemos rezar de verdad el “Padre...¡nuestro!”

Esta forma de reunirse es una gracia, un don de Dios. ¡No es fácil conseguir esta unión de corazones!
Obramos de un forma particular, independiente, cada uno va a lo suyo. Pero debe animarnos el saber que es el Señor quien nos llama y reúne, y por eso debemos tener confianza en que Él nos dará la gracia para poder unir nuestros corazones.
Lo primero que debemos hacer, al reunirnos físicamente ante el altar, es sentir la presencia del Señor entre nosotros, que Él está con nosotros, en nuestra comunidad, pues nos prometió: “Donde dos o más personas se reúnen en mi nombre, allí estaré yo con ellos” ( Mt 18, 20).
No olvidemos que El Señor se hace presente en estas formas:
Primero, en la misma asamblea que es la mejor imagen de su Iglesia.
Segundo, en la persona del sacerdote, que obra y habla en nombre del Señor.
Tercero, Cristo se hace presente en la Palabra, que escuchamos en silencio y con gran respeto.
Cuarto, el Señor Jesús se hace presente, sobre todo, en el Pan y el Vino de la Eucaristía.

Hay que saber reunirse: Primero, que esta es la forma de orar que más agrada al Señor, orar en comunidad.
Formamos comunidad cuando llegamos puntualmente a la iglesia, antes de que el sacerdote esté en el altar.
Cuando nos ponemos cerca del altar y lo más unidos unos con otros.
Cuando acogemos bien a la persona que está a nuestro lado, (con una sonrisa, una palabra amable), porque es un hermano con quien compartimos nuestra misma fe.
Cuando respondemos al sacerdote todos juntos, al sentarnos, levantarnos al mismo tiempo, y especialmente cuando nos damos la paz.
Cuando aceptamos a participar leyendo, pasando la bandeja u otra cosa si nos invita el sacerdote.

Saber callar y Sabe hablar: Silencio porque es muy importante escuchar al Señor, porque el Señor nos habla al corazón y debemos estar atentos.
Silencio para recogerse dentro de si mismo y dolerse de los propios pecados.
Silencio para pensar en lo que nos dijeron las lecturas de la Palabra de Dios.
Silencio viendo la procesión de las ofrendas.
Silencio después de la Comunión, tomando conciencia de que el Señor ha venido a nosotros.
Un sacerdote africano me dijo en una reunión internacional: “La mejor forma para comunicarse con Dios es en el silencio, por eso, como los sordos viven en silencio, los sordos deben ser los que mejor se comunican con Dios” Deben ser, pero ¿Lo son? Hay que querer serlo y por eso debemos aprovechar, especialmente en la Misa, la ventaja de tener ese silencio, y dar gracias al Señor por nuestro silencio.