DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA


Padre nuestro. Danos hoy nuestro pan de cada día. por pastoraldelsordo


Manifestamos con confianza de hijos ante nuestro Padre Dios nuestras necesidades y las de nuestros hermanos. Así le pides a Dios dos cosas: Que te ayude a poder tener el alimento del cuerpo: la comida. Fíjate que no dices mi pan, sino nuestro pan, y con eso pides que todos los hermanos del mundo lo tengan.
Esta petición debe ser con condiciones, estar unida a la anterior en la que pedimos que se haga la voluntad de Dios en todas las cosas. Así pedimos aquí que nos dé el pan de cada día, si así es su santa voluntad.

Le pides que te permita seguir recibiendo la COMUNIÓN, pues igual que necesitas alimentar tu cuerpo, así la comunión es el alimento del alma y le da fuerzas a tu espíritu. Cada vez que comulgas es Cristo mismo quien viene a tu alma.
Esta petición debe ser sin condiciones porque la ayuda de la gracia que recibimos en la comunión es la fuerza que nos ayuda a perseverar fieles en nuestra vida de fe.
Que aumente el número de los fieles que reciben diariamente este pan celestial para que sean cada día más las personas en las que Cristo vive y reina; esto es el más perfecto cumplimiento de la petición.

A esta petición se debe unir la petición por lo pobres a quienes les falta el pan de cada día, por que el Señor nos dice en esta y las otras peticiones el sentido de unidad y de familia que hay en ellas, que se llega a pensar, que no se nos dará ningún pedido personal, que no incluya al mismo tiempo a todos nuestros hermanos.
Decimos el pan nuestro; porque no basta con pedirlo, es necesario que lo ganemos nosotros con nuestro trabajo. En el Paraíso terrenal Dios dijo a Adán, y con él a todos nosotros: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.Y el apóstol San Pablo
En una de sus cartas escribe: “El que no quiera trabajar, tampoco coma.”

Pedimos: el pan nuestro de cada día dánosle hoy; lo mismo para nosotros que para los demás; y si a nosotros nos sobra, tenemos obligación de distribuir a los pobres, ya que para ellos el Señor nos los da. Si no cumplimos en esto La voluntad del Señor, corremos el riesgo de que un día el Señor nos pueda decir: “Apártate de mí, porque tuve hambre y no me diste de comer.”