A Cristo le interesa todo lo que podamos hacer, sobre todo, cuando son cosas pequeñas que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.
Hay en la escena algunos ricos dando grandes cantidades de dinero para Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Jesús no condena a los ricos. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo los que tienen los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa virtud de la generosidad. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras de
Jesús se impresionó por el gesto de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para vivir! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso gesto. Se lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: “aprended de esa mujer lo que es creer de verdad en Dios”. Darlo todo. Y hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se emociona de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora modelo para nosotros.