Pentecostés


El Espíritu Santo nos habla de Jesús y nos hace entender quién es Jesús y nos hace sentir qué bueno es Jesucristo. “Gustad y ved qué bueno es el Señor…”. El Espíritu Santo nos lo hace atractivo y fácil. La vida espiritual es la vida según el Espíritu, y consiste en dejarse llevar por el Espíritu Santo.
La venida del Espíritu sobre los Apóstoles reunidos en oración con María nos habla de unidad, de comunión, de encuentro. El Espíritu Santo une y reúne en un mismo cuerpo, en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Y quiere reunir a todos los hombres, de todas las naciones.
En Pentecostés viene el Espíritu Santo y congrega. El Espíritu Santo reúne. El Espíritu Santo enseña a amar con un amor que supera toda división. Cuando Pedro se pone a hablar, todos le entienden, cada uno en su propio idioma. El Espíritu Santo tiene la capacidad de superar toda división, de integrar en la unidad todas las diferencias, creando la verdadera comunión. Las diferencias de cada uno enriquecen a todos.
En la fiesta de Pentecostés de este año, el Papa ha convocado a todos los seglares que trabajan personalmente, asociadamente, en grupos, en parroquias y movimientos apostólicos. El Sucesor de Pedro es el principio visible de unidad en la Iglesia. El Espíritu Santo es el principio invisible, es el alma de la Iglesia. Si uno está con el Sucesor de Pedro, con el Papa, el viento del Espíritu hará que el sonido de cada uno, de cada grupo o movimiento sirva para la belleza de una comunidad universal que es la Iglesia. La Iglesia tiene hoy la preciosa misión de presentar y proponer al mundo este preciosa concierto de unión fraterna.
Vivimos en la sociedad una época de disgregación, de dispersión, de cierto Babel. La razón de ello es el apartamiento de Dios y la soberbia de los hombres, que se vuelven unos contra otros, con el riesgo hoy de destruir a todos. Necesitamos, por tanto, hoy más que nunca, que venga el Espíritu Santo y nos congregue en la unidad visible de la Iglesia.
¡Ven, Espíritu Santo!, y convierte el desconcierto del mundo en una preciosa unidad de amor fraterno!

Mons. Demetrio Glez