LOS INMIGRANTES


AMIGO, PASE Y PREGUNTE

“LOS INMIGRANTES”

D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.

D. José: Buenos días, Paco. ¿Cómo va el trabajo? Veo que siempre tienes muchas cosas que hacer. Muchas cosas para ti solo, necesitas un ayudante.

Paco: D. José, ¡qué sorpresa ver al Sr. Cura en mi herrería! ¿A qué se debe la visita?

D. José: Hombre, no es la primera vez que vengo a tu herrería, y, además, el pastor debe visitar a sus ovejas, y como tú eres un cristiano de mi parroquia, por eso tengo obligación de visitarte.

Paco: Me parece muy bien; pero con todo el trabajo que tengo no me sobra tiempo para hablar de religión y de esas cosas.

D. José: Pues a mí me han dicho que en tu herrería se habla y se discute mucho de fútbol. ¿Para el fútbol si tienes tiempo?

Paco: No tanto, no exagere. Aquí vienen dos o tres amigos jubilados y ¿de qué van a hablar si les gusta el fútbol? Yo no les puedo prohibir que hablen, y les escucho.

D. José: ¿Nunca hablan de los inmigrantes, de las pateras, de los parados?

Paco: Ese tema déjelo para el gobierno, que son los responsables de arreglarlo.

D. José: Pero nosotros también, amigo Paco. Son personas, tienen hambre, necesitan ayuda, y tú y yo, y todos los que formamos la Iglesia que fundó Jesús, debemos ayudar y colaborar en ese problema tan grave que hay actualmente.

Paco: Mirándolo como Vd. dice tiene razón, porque somos humanos y tenemos corazón, pero mi ayuda no puede ser otra que dar unos cuantos euros para ellos.

D. José: Paco, también tenemos fe, y la fe nos dice que somos hermanos. Entonces no vale eso de dar unos euros al mes y lavarse las manos. ¡Qué se las arreglen ellos!

Paco: Pero Sr. Cura. ¿Vd. piensa que los voy a meter en mi casa y darles de comer a todos? ¡Si son cientos y cientos los que llegan todos los días, especialmente a Canarias! Allí se van a quedar sin turismo, que de eso viven muchos canarios.

D. José: Es verdad, un problema muy grave y difícil de resolver; por eso cada uno tendrá que ayudar en lo que pueda, poco o mucho, pero con amor de hermanos. Tenemos que recordar que nosotros fuimos miles a Cuba, Venezuela, Argentina, Alemania, Francia y nos dieron de comer, y algunos se hicieron ricos en América. Hay que agradecer y corresponder. Ese es el amor fraterno que nos pide Jesús.

Paco: Le ha salido muy bien el sermón, pero estoy seguro que Vd. viene a pedirme algo; por eso dígame de una vez en qué puedo ayudar yo.

D. José: Muy fácil, tengo en mi casa un joven venezolano, buen chico, pero sin trabajo, y he pensado que podía trabajar contigo. Él te ayuda y tú haces una obra de caridad, recordando el dinero que tu padre se trajo de Venezuela.

Paco: ¡Ahora resulta que los hijos tienen que pagar los pecados de los padres! Traiga mañana a ese joven y veré si vale para este trabajo, que aquí hay que sufrir y sudar.

D. José: Los dos predicamos con el ejemplo, que es el testimonio de verdad.

El sacristán.