LA VIRGEN MARÍA


AMIGO, PASE Y PREGUNTE



D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.


Paco: Buenos días, D. José. Aquí me tiene para que me aclare una pregunta.


D. José: Hola Paco, buenos días nos de Dios. A ver cual es esa pregunta.


Paco: Es mejor que Vd. me aclare la cosa que estar discutiendo el tema con mi mujer.


D. José: No hace falta discutir con nadie. Uno pregunta, el otro responde y en paz.


Paco: Ah, pero mi mujer, Vd. no la conoce bien. Es muy dura de roer.


D. José: Vamos a empezar por la pregunta y dejar a tu mujer en paz. ¿Qué quieres saber?


Paco: ¿Cómo se llamaba la Madre de Jesucristo?


D. José: ¿Ese es el problema? Muy fácil. Se llamaba María.


Paco: Sí, sí, ¿pero María qué?


D. José: ¿Quieres saber el apellido de la Virgen María?


Paco: No es eso, ¡a ver si Vd. me entiende! Se llamaba María Esperanza, María del Carmen, María Soledad, María Remedios, ¿cuál es de verdad la Madre de Jesucristo?


D. José: Todas son la misma María, pero en cada pueblo le ponen un nombre más, y un vestido diferente, a su gusto.


Paco: No lo entiendo. Si es la misma persona, ¿por qué mi mujer tiene cien estampas de vírgenes diferentes puestas en la pared? ¿Hacen falta tantas fotos para recordarla y quererla?


D. José: Mira, amigo Paco, hay personas que tienen, en su casa, muchas fotos de sus seres queridos como los hijos, los padres. Otros coleccionan sellos, fotos de futbolistas famosos. Tú, en la herrería, tienes una colección de llaves distintas. A tu mujer le gusta coleccionar estampas de la Virgen María con nombres y trajes diferentes. ¿Hace mal por eso?

Paco: ¡No estoy de acuerdo!, porque no es lo mismo. Dígame Vd., Sr. Cura, si la mujer que está en todas las estampas es la misma, ¿por qué mi mujer le reza a cada una un Avemaría por separado? ¿No basta con un Avemaría o poner una flor para todas?


D. José: Claro, claro, en eso tienes razón, pero hay personas que son así, tienen manías o beaterías y ¡es imposible quitárselo de la cabeza! Se llevan por el corazón.


Paco: ¡Dígamelo Vd. a mí que llevo cuarenta años aguantándola! Pero la culpa es de los curas que no enseñan y hablan claro, como hacía Jesús, que todos le entendían.


D. José: Mira Paco, estamos cansados de decirlo y repetirlo, pero algunas nos oyen igual que el que oye llover, le entra por una oreja y le sale por la otra. ¡estamos

cansados!


Paco: Le agradezco mucho la aclaración. Ahora lo entiendo bien, pero…mi mujer, ¡trabajo tiene Vd. hasta que lo llegue a entender! Son cosas importantes de conocer.


D. José: Paco, recuerda: más importante que saber mucho es amar mucho, y eso si lo practica tu mujer.


El sacristán.