Jesús podría darnos ahora una reflexión muy buena, y nos diría:
- ¿Por qué no hacéis todos como Pedro y Andrés, como Juan y Santiago? ¿Pensáis que eran unos pobretones que no dejaban nada?... No; no eran tan pobres. Eran patronos de barca y redes y tenían empleados a sueldo. Para entonces, y en las costumbres de mi pueblo, eran unos trabajadores acomodados. Pero, ¡qué hombres y qué muchachos tan estupendos! No se lo pensaron un momento, y en un rápidamente me hice yo con unos amigos y unos colaboradores de primera.
Pero, más que lo mucho o poco que dejaban, se me ofrecieron a mí con una generosidad muy grande. No pusieron dificultades de ninguna clase. Dieron un cambio total a sus vidas --¡aquello sí que fue conversión!--, fueron después unos continuadores míos extraordinarios en la evangelización, y yo me he encargado de hacer inolvidable su memoria en el mundo y de colocarlos en lo más alto de mi Cielo.
Así nos podría seguir hablando Jesús. ¡Y cuántas cosas que nos iría diciendo!...
¡Señor Jesucristo! El mundo tiene muchas veces miedo de ti. Piensa que le vas a robar la felicidad con tus exigencias. Y no se da cuenta el mundo de que tu mensaje es la Buena Nueva. Una noticia tan buena como es la salvación. Nosotros creemos. Nosotros te aceptamos. Nosotros, como aquellos primeros amigos, los pescadores del Lago, te decimos que sí, que sólo Tú mereces la unión de la mente, el amor del corazón y la entrega de la vida....