Jesús explica dónde está la verdadera felicidad


«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios». Esta bienaventuranza es la base de todas las demás, porque el que es pobre puede recibir el Reino de Dios como un don. Quien es pobre se dará cuenta de qué cosas debe desear y buscar:: no bienes materiales, sino la Palabra de Dios; no el poder, sino justicia y amor. Quien es pobre sabrá que toda su riqueza es Dios y que, por eso, no será comprendido y será perseguido por el mundo.


El rico y autosuficiente, cree que se vale el sólo, no necesita ayuda de nadie, quien no sabe poner sus riquezas al servicio de los demás, se encierra en su egoísmo y obra él mismo su desgracia. Que Dios nos libre del deseo de riquezas, de buscar las promesas del mundo y de poner nuestro corazón en los bienes materiales; que Dios no permita que nos veamos satisfechos ante las alabanzas y adulaciones humanas, ya que eso significaría haber puesto el corazón en la gloria del mundo y no en la de Jesucristo. Será bueno recordar lo que nos dice san Basilio: «Quien ama al prójimo como a sí mismo no amontona cosas innecesarias que puedan ser muy necesarias para otros».