El que quiera seguirme


Y cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Cargar con “nuestra” “cruz. Seguir a Jesús, vivir la entrega a Dios y a los demás nos va poniendo la cruz sobre el hombro cada día. Ahí están las contrariedades y renuncias que supone vivir la vida según el evangelio, las que conlleva la convivencia familiar o fraterna, el servicio a los demás, aceptarlos como son, con defectos, limitaciones y faltas, comprenderlos, perdonarlos… Y también, soportar nuestros defectos, errores, limitaciones, torpezas, fracasos y caídas, enfermedades, dolores… Ésa es nuestra cruz de cada día. No tenemos que inventarla... ¿Cargo cada día con mi cruz? A veces pesa demasiado, Señor. Ayúdame. Que tu fortaleza supla mi debilidad, cuando veas que no puedo.
“El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará: ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?” ¿No cambiarían nuestras vidas, si tuviéramos presente esta advertencia amorosa que nos hace Jesús? La meditación de estas palabras ha hecho cambiar la vida de muchos. Triunfos, aplausos, bienestar material, placeres, riquezas, etc. ¿cuánto pueden durar? ¿Vale la pena “entregar la vida” a cosas tan pasajeras? ¡Qué insensatos somos, cuando olvidamos esto!... Y más insensatos somos al pensar que, cuando gastamos la vida en el servicio a Dios y a los hermanos, la perdemos. Y es que olvidamos que en la lógica del evangelio “perder es ganar”. Cristo perdió la vida en la cruz, pero la recuperó gloriosa en la Resurrección. Señor, hazme comprender que no hay más camino para ganar la vida (una vida con sentido y gozosa aquí, y una vida en plenitud de sentido y gozo en la casa del padre) que gastarla en tu servicio y el de los hermanos, como hiciste Tú. Hoy, con San Francisco, de pido: “Señor, hazme instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya duda, fe; donde haya tristeza, alegría; donde haya desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz. ¡Oh, Divino Maestro! Que no busque ser consolado sino consolar; que no busque ser amado sino amar; que no busque ser comprendido sino comprender; porque dando es como se recibe; perdonando es como somos perdonados; y muriendo a nosotros mismos, es como nacemos a la vida eterna”. Señor, que éste sea mi programa para esta cuaresma.
. Diálogo con Dios A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.